Artículo publicado en Aptitus, El Comercio.
No solo se trata de cumplir con las metas propuestas. Ponerle pasión a lo que haces es ese plus que te garantizará destacar con el tiempo y sobre los demás.
Pasados los 30 años, muchos recibimos nuestro primer gran reto profesional. Me tocó a mí cuando me nombraron director del noticiero estelar de América TV. Hasta entonces, había dirigido un par de suplementos en dos diarios y dos revistas. Estar al mando del noticiero más importante de la televisión peruana no solo me trajo una gran responsabilidad (definir todos los días el menú de noticias por cubrir, marcar los tiempos, escoger las mejores imágenes y testimonios, y también organizar un orden para presentar ―en una hora― todo), sino y sobre todo me trajo una sorpresa: el tener que lidiar diariamente con un equipo grande de gente (alrededor de 60 personas, entre reporteros, camarógrafos, asistentes, editores y choferes). Atrás quedó la mera ocupación creativa.
Así fue mi bienvenida al mundo real; donde tienes que dedicar la mitad de tu tiempo ―si no, más― a tratar con la gente. Ya no solo a reclutarla y a mantenerla activa, sino, y sobre todo, a tenerla motivada. Por suerte, por aquel entonces armamos lo que hoy tranquilamente podría ser la selección peruana de reporteros de la TV. Todos eran los mejor pagados, los más experimentados: los mejores. Había, no obstante, una pequeña gran diferencia entre ellos. La plantilla estaba conformada por 12 reporteros. Todos, cumplidos, ordenados, con oficio, identificados con su trabajo. Pero, entre ellos, había dos apasionados por su trabajo. Dos que siempre se quedaban hasta más tarde (una, inclusive, no se iba del canal hasta no ver su historia al aire desde la sala de redacción); que buscaban las comisiones más difíciles y largas; que proponían temas; que pedían viajar, aunque las condiciones no fueran las mejores; que no andaban mirando cuánto ganaba uno o el otro (los sueldos entre ellos, además, eran más o menos los mismos); que querían aprender y por eso preguntaban todo lo que podían.
Hoy dos décadas más tarde él es gerente de Comunicación Corporativa de una de las empresas mineras más grandes del país, ha estudiado una maestría en esa nueva especialidad, es un invitado frecuente para dictar conferencias sobre el tema y pronto se estrenará como profesor de posgrado. Ella es la conductora principal del noticiero más visto de la televisión peruana, participa en los programas más emblemáticos que produce su canal, ha publicado dos libros y hace poco le han confiado la conducción de su propio programa diario de entrevistas.
Nada de esto me extraña. Tengo claro que estos dos exitosos comunicadores ―antaño, jóvenes y apasionados reporteros― supieron aprovechar los años en que hay más tiempo para aprender, y se dedicaron a eso con alma, corazón y vida. No se distrajeron en nimiedades, no se quejaron ni se dejaron vencer por los problemas que se nos presentan a todos. No. Se dejaron guiar por su pasión, acaso sin saber ―por aquel entonces― que también se estaban labrando el agradable y muy merecido futuro que están viviendo precisamente hoy.