Artículo publicado en Aptitus, El Comercio.
La inteligencia emocional es un concepto relativamente nuevo pero muy popular hoy en día. Estas son algunas reflexiones, tras escuchar a una experta mundial en esta materia.
¿Cuántas invitaciones corporativas recibe al mes? Foros, desayunos, encuentros, cócteles, aniversarios, conferencias, entre otras. ¿Cuántas acepta? ¿Por qué? Me hice esas tres preguntas tras salir de un foro para CEO’s organizado en Lima por Vistage: “El poder de la inteligencia emocional”, conducido por la estadounidense Heather Anderson. Al mes debo recibir unas 30 invitaciones. Y debo aceptar entre tres y cinco. Por lo pronto, siempre concurro a las de mis amigos. Y si no, a las que se anuncia un gran expositor. Siguiendo estas últimas señas es como decidí dedicarle cuatro horas de una mañana de trabajo a asistir a este foro, que por añadidura me sacó por un rato de la rutina, me dio nuevas luces sobre mi trabajo y, sobre todo, me tuvo entretenido en todo momento.
La convocatoria, es bueno decirlo, vino además con un detalle adicional: una encuesta -vía electrónica- con 133 preguntas que debía absolver y enviar a fin de poder recibir (el mismo día del evento) mi “Inventario de Coeficiente Emocional”, que mide 15 habilidades en inteligencia emocional divididas en cinco grupos: autopercepción, expresión personal, manejo interpersonal, toma de decisiones y manejo del estrés. Súper seductora la iniciativa. Y mejor aún el resultado: ahora cuento con un reporte de 19 páginas que califica mi desempeño en cada una de las áreas, mide el impacto que tiene en el desarrollo de mi trabajo (en mi equipo) y señala estrategias a seguir para mejorar y crecer todos juntos. Ya sé en qué áreas estoy bien y en dónde mejorar.
Pero, lo más importante de todo, fue lo que nos dijo Anderson: “primero sentimos, antes que pensamos”. Por eso es muy importante saber manejar las emociones. Ella nos habló de seis emociones universales: felicidad, tristeza, sorpresa, enojo, miedo y rechazo (o asco). Quienes logren manejar mejor todas éstas serán mejores líderes. Pero lo difícil no está en que un líder aprenda a manejarlas, sino -y sobre todo- en que sepa identificar y manejar las de su equipo. El líder debe saber canalizar a niveles máximos la felicidad de un colaborador; evitar sus tristezas; controlar sorpresas; acabar con el enojo; anular miedos; y combatir el rechazo. Y, para lograrlo, solo hay una receta: hay que estar cerca de ellos.
Así es que la próxima vez que reciba una invitación evalúe bien su probable asistencia. Se podría estar perdiendo de algo interesante, novedoso y, sobre todo, útil, por estar haciendo lo mismo de todos los días. Tómese un respiro y dedíquese unas horas a usted.