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Por Pablo Cateriano

Agosto 16, 2016

- 2 min. de lectura

Se busca practicante

Las prácticas profesionales pueden convertirse en una oportunidad para constituir un potente semillero de futuros ejecutivos.

Mi primera y única práctica pre-profesional la tuve en el desaparecido diario LA PRENSA, a fines de los ochenta. La conseguí tras un encuentro entre mi padre y el director, que era su amigo, quien le contó que estaba renovando la plantilla luego de que el diario fuera devuelto a sus dueños, tras la captura que hizo de todos los medios el gobierno militar del general Velasco. La intención era formar una redacción que tuviera como base un equipo joven. Entonces todavía estaba estudiando la carrera de Ciencias de la Comunicación.

Al año de prácticas, EL COMERCIO me hizo una propuesta de trabajo, pero tras comentarla con el Padre Arturo —así llamábamos al director, Arturo Salazar Larraín—, recibí como contraoferta mi contratación. Los años en ese viejo edificio del jirón de la Unión fueron de los mejores de mi vida. No solo aprendí a escribir, sino también conocí a los grandes autores liberales (Hayeck, Von Misses, Friedman, entre otros). Fue una verdadera “escuelita”, en donde todo lo que sé del oficio me lo contaron maestros como Enrique Chirinos Soto, Elsa Arana Freire, Bernardo Ortiz de Zevallos y, obviamente, el Padre Arturo. Y lo mejor: hice amigos para toda la vida. Uno de ellos, Jaime Bayly, escribió una divertida novela de esa época: LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA PRENSA, basada en personajes e historias que existieron u ocurrieron, pero que caricaturizó y cambió dramáticamente con mucho humor.

Sin duda, esos años me marcaron. Tanto que ahora trato de replicar en mi propia —y pequeña— empresa lo que viví hace más de 35 años. Es decir, contratar a los practicantes pensando en que se van a quedar a trabajar. Y también haciendo grupo entre ellos, motivándolos con actividades comunes, lecturas, deportes o simplemente compartiendo encuentros en la oficina, como ver, por ejemplo, un decisivo partido de la Champions en horas de trabajo. Su retribución, a cambio, es enorme: total compromiso y disponibilidad de tiempo ante requerimientos extraordinarios. Tan bien nos ha ido con ellos que la plana ejecutiva está formada casi en un 50% por expracticantes. ¿Y cuál es —para mí— la virtud decisiva que hace que un practicante sea elegido para quedarse? Elocuencia. Me encantan los chicos con personalidad, con capacidad de expresión, seguridad y solvencia al hablar. Eso se transmite en las entrevistas más allá del CV.

La época de practicante debería ser de las mejores para todos los chicos, ya que las ansias por aprender son tan grandes —y las expectativas por conseguir empleo también— que lo mejor es tener un plan específico para ellos, con protocolos, beneficios y oportunidades en el futuro. Quienes trabajen en ello podrán captar a los mejores candidatos y así asegurar el éxito de la empresa en los años venideros. Veo con satisfacción que el tema es ya una realidad en nuestro país y no solo un buen recuerdo mío.